Bukowski te secuestra desde la primera línea | PA#006
¿Cómo carajo lo hace? Apuntes de un obsesivo
Llevo varios días dándole vueltas a un cuento de Bukowski. «La chica más guapa de la ciudad». 2.260 palabras que me partieron al medio.
La chica más guapa de la ciudad
Cass era la más joven y la más guapa de cinco hermanas. Cass era la chica más guapa de la ciudad. Medio india, con un cuerpo flexible y extraño, un cuerpo fiero y serpentino y ojos a juego. Cass era fuego móvil y fluido. Era como un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerlo. Su pelo era negro y largo y sedoso y se movía y se retorcía igual qu…
No debería funcionar. Es predecible como una telenovela mexicana, el final lo ves venir desde los primeros párrafos, y aún así cuando termina te quedás ahí. Sintiendo que alguien te acaba de mostrar algo verdadero sobre la condición humana.
¿Cómo carajo lo hace?
Sé que parece obvio, pero para mi lo obvio es lo más difícil de entender. Y yo soy de los que necesitan releer y analizar todo para entender lo obvio.
Estuve desarmando el cuento línea por línea. Cada párrafo era una pieza de un motor que quería entender, y creo que encontré algunas cosas. Te las comparto.
Disclaimer: no soy profesor de nada, solo un tipo que lee todo lo que puede y toma notas. Si te parece pedante, tenés razón. Nada de esto es revolucionario. Probablemente esté en cualquier manual de narrativa básica, pero a mí me sirve verlo en acción.
Este relato en particular arranca in media res, en un bar, con esta línea que te agarra del cuello:
«Cass era la más joven y la más guapa de cinco hermanas.»
Primera línea. No hay presentación, no hay contexto, no hay «Había una vez». Te tira directamente al personaje asumiendo que sabés de qué carajo estamos hablando.
Es la técnica del bar: cuando alguien te empieza a contar una historia después de la tercera cerveza, no arranca con «Te voy a contar sobre mi infancia». Un buen borracho —digamos, el tipo que escribe esto— arranca con «Conocí a una mina con dos tetas enormes.»
Tu cerebro asume que te perdiste algo y presta atención.
Pero Bukowski no se conforma con engancharte. Te deja acomodar en la historia por unas 400 palabras, y justo cuando bajás la guardia, te tira:
«Yo quizá sea el hombre más feo de la ciudad»
Tengo una teoría medio falopa sobre las 300 palabras que algún día voy a terminar de desarrollar y voy a compartir.
No dice «no soy muy atractivo» o «tengo baja autoestima». Dice específicamente que es EL MÁS FEO DE LA CIUDAD. Es una exageración tan brutal que se vuelve creíble porque nadie mentiría sobre algo así.
Esta hipérbole específica hace dos cosas: te da una imagen mental inmediata y suena a alguien hablando en pedo, que es cuando la gente dice la verdad.
Esta herramienta la refuerza con algo más poderoso todavía, un detalle muy potente: cuando Cass se clava el alfiler en la nariz, Bukowski no te dice «se autolesionó» Tampoco te dice que tenía tendencias autodestructivas. Te hace ver la sangre. Te da un detalle tan específico que secuestra tu atención.
«Antes de que pudiese impedírselo, se había atravesado la nariz con él, de lado a lado, justo sobre las ventanillas.»
Cuando leés eso te duele. Tu sistema nervioso reacciona antes que tu cerebro analítico. Ya no estás leyendo sobre autodestrucción; estás viendo cómo se ve, cómo suena, cómo se siente.
Algo que usa mucho Bukowski: escribir en primera persona desde el lugar del testigo. Nunca se pone en el centro de la acción.
«Yo la conocí», «Yo estaba ahí», «Yo vi cuando pasó».
No es el héroe de la historia. Es un cronista. El boludo que estaba en el lugar equivocado en el momento justo y ahora te cuenta lo que vio.
Eso hace la historia más creible, le da perspectiva sobre los eventos y suena a una confesión. Un truco para tener en cuenta.
Pero donde realmente brilla Bukowski es en los diálogos. Revisá esta conversación:
«—¿Crees que soy bonita? —preguntó.
—Sí, desde luego. Pero hay algo más… algo más que tu apariencia…
—La gente anda siempre acusándome de ser bonita. ¿Crees de veras que soy bonita?
—Bonita no es la palabra, no te hace justicia.»
Fijate que no se responden directamente. Cada uno está teniendo su propia conversación interna que de vez en cuando se cruza con la del otro.
Así habla la gente de verdad. En especial cuando está borracha o con las defensas bajas.
Otra cosa que podemos aprender de Bukowski es que no te vomita la biografía de Cass en el primer párrafo. A mi no me gusta que me vomiten 🤢. En cambio te va dando pinceladas, primero te dice que es la más guapa, tiene cicatrices; después que se clava un alfiler en la nariz; Luego menciona los alfileres bajo los ojos —cada vez pensamos que es más autodestructiva— Después menciona la cicatriz del intento de suicidio y, por último el suicidio final.
Cada revelación te hace reinterpretar todo lo anterior. Funciona igual que en la vida real: cada vez que alguien te revela algo de su pasado, entendés mejor por qué hace lo que hace. Uno va imaginándose el inevitable final.
Quizás, la escena en la playa, sea el momento de calma que hace que la tragedia duela más…
Es la única vez en todo el relato que Cass está en paz. Bukowski te da un momento de esperanza.
«Era mejor que hacer el amor. Era como un fluir juntos sin tensión.»
Y justo después, ella rechaza mudarse con él.
Es una decisión narrativa sádica. Te muestra lo que podría haber sido para que cuando se vaya todo a la mierda, duela el doble: ¡Maldito viejo borracho, podrías haberla salvado!
Y luego de la tragedia, un final que te devuelve al mundo de mierda en el que vive el personaje:
«Fuera, alguien tocaba la bocina de un coche. Unos bocinazos escandalosos, persistentes. Dejé la botella y aullé: “¡MALDITO SEAS, CONDENADO HIJO DE PUTA, CÁLLATE YA!”. Y seguía avanzando la noche y yo nada podía hacer.»
Después de todo el drama emocional, termina con bocinazos en la calle. La vida que continúa indiferente a la tragedia personal.
Es devastador porque así funciona el dolor real: grandes tragedias seguidas de pequeñas irritaciones cotidianas que te recuerdan que el mundo no paró por tu pérdida.
Cada una de estas técnicas apunta a lo mismo: hacer que una historia se sienta más real que los hechos reales.
Bukowski entendió algo que muchos escritores que leo parecen no entender: la atención del lector no se gana con pirotecnia literaria. Se gana haciendo que se olvide de que está leyendo.
Y cuando el lector se olvida de que está leyendo, ya ganaste. Porque ahí nadie está analizando tu prosa o evaluando tu técnica. Está viviendo la experiencia que vos creaste.
Escribir bien es eso: entretener. O al menos eso es lo que yo creo que es escribir bien. Seguramente me equivoque en mil cosas, pero creo que Bukowski entretiene.
Por eso llevo días obsesionado con un relato de 2.260 palabras. Porque a mí, por lo menos, me enseñó más que cualquier vídeo de Youtube o cualquier manual de escritura. Y, porque todavía me duelen.
Me olvidé que estaba leyendo... Bravo!
Solo pasaba por aquí para decir que me gustó más tu análisis que el cuento. Espectacular.
Abrazo!!