Esta semana me pasó algo que me pasa más veces de las que me gusta admitir. Cuando no se que carajo escribir, agarro una escena que me recuerde con particular entusiasmo y la analizo como un forense. La escena era una del Viaje de Chihiro donde los padres se transforman en cerdos por gula, y quería entender qué hace Miyazaki para que esa secuencia sea tan efectiva.
Miyazaki es un genio del secuestro de la atención. Esa escena funciona en múltiples niveles narrativos: horror infantil, crítica social, y cuento de hadas, todo al mismo tiempo. Pero más importante: construye tensión de una manera que me hizo pensar en cómo yo podría aplicar esas técnicas.
Decidí hacer algo que me sirve cuando no sé qué escribir: tomar esa escena y reescribirla usando mi propio instinto narrativo. Como un experimento de laboratorio para desarrollar mi voz.
El resultado me gustó. No es una obra maestra, y obviamente le debería hacer un montón de correcciones, pero quedó narrativamente sólido. Y creo que sé por qué: está construido sobre el esqueleto de algo que funciona muy, pero muy bien.
Es un ejercicio útil que descubrí casi por casualidad. Funciona así: tomás una escena que te haya impactado y la reescribís completamente desde tu perspectiva narrativa, manteniendo la estructura dramática pero aplicando tu propio enfoque al lenguaje, al ritmo, a los detalles que elegís destacar.
Lo genial es que no tenés que inventar nada desde cero. La historia ya existe, los personajes ya están definidos, la progresión emocional ya funciona. Tu único trabajo es encontrar tu manera de contarla.
Es como aprender guitarra tocando covers antes de componer tus propias canciones, pero aplicado a la escritura.
Lo que me sorprendió es cómo el ejercicio me obligó a tomar decisiones específicas sobre cada aspecto de la narración. ¿Desde qué perspectiva cuento la escena? ¿Qué detalles elijo para crear atmósfera? ¿Cómo manejo el tiempo narrativo? ¿Qué tono uso para los momentos de tensión?
Todas esas decisiones que normalmente tomás de manera inconsciente se vuelven conscientes cuando trabajás sobre material conocido.
Descubrí que tengo tendencias narrativas que no había notado antes. Tiendo a enfocarme en los detalles psicológicos más que en los físicos. Me gusta construir tensión a través de observaciones sobre el comportamiento humano. Me atrae explorar cómo las situaciones normales se vuelven perturbadoras.
Estas cosas probablemente siempre estuvieron en mi escritura, pero verlas aplicadas sobre una estructura que ya conocía bien me las hizo más evidentes.
El truco está en elegir material que ya funcione muy bien. Escenas de películas que te marcaron, momentos de libros que releíste mil veces, situaciones reales que contaste tantas veces que ya tienen una estructura narrativa clara.
El material sólido te libera para concentrarte en experimentar con tu propia voz.
También funciona mejor si elegís escenas que te hayan impactado emocionalmente. Hay algo en el impacto emocional que te da pistas sobre qué elementos narrativos querés explorar en tu propia escritura.
La escena de Chihiro me marcó porque combina lo familiar con lo perturbador. Los padres hacen algo cotidiano (comer) que se convierte en algo monstruoso. Es terror doméstico, que es algo que me interesa narrativamente.
Al reescribirla, me di cuenta de que naturalmente gravito hacia ese tipo de situaciones donde lo normal se vuelve amenazante.
Lo uso especialmente cuando no sé qué escribir. En lugar de quedarme mirando la página en blanco, agarro una escena que me haya marcado y me pongo a experimentar. Es una forma de escribir sin la presión de crear algo original desde cero, pero que igual me permite desarrollar técnicas.
Miyazaki diseñó esa transformación de los padres con una precisión quirúrgica. Sabía exactamente qué botones emocionales tocar y en qué orden. Estudiar cómo lo hizo, y después experimentar reescribiéndolo con mi propio enfoque, es una forma de entender mejor mi propio instinto narrativo.
No es que esté copiando. Es que estoy usando material probado como campo de entrenamiento para desarrollar mi voz.
La próxima vez que sientas que tu escritura se está volviendo repetitiva, o que no lográs encontrar qué escribir, probá este ejercicio. Elegí una escena que te haya marcado y reescribila desde tu perspectiva. Vas a aprender algo sobre tu propia manera de contar historias que no sabías antes.
Y con un poco de suerte, vas a terminar con algo que, aunque necesite correcciones, funcione narrativamente desde el primer borrador. Porque está construido sobre una base que ya sabés que es sólida.