Por qué Stephen King odia las descripciones genéricas | PA#002
El truco secreto que los Storytellers te están escondiendo
Unos días atrás estaba describiendo a un personaje en una historia y escribí que manejaba un taxi viejo —Historia robada de una famosa canción— Me quedé mirando esa frase durante cinco minutos y me di cuenta de que no decía absolutamente nada útil.
¿Viejo cómo? ¿Viejo de qué época? ¿Viejo pero cuidado o viejo y destartalado? ¿Viejo de los 80 o viejo de los 2000? Mi descripción era tan genérica que podría haber estado hablando de cualquier vehículo fabricado antes del año pasado.
Lo cambié por un golcito del 2009. (Si querés saber cómo quedó, leelo)
De repente, todo cambió. El lector inmediatamente sabía qué tipo de persona era este personaje, en qué época probablemente estábamos, qué clase social, incluso qué país. El golcioto del 2009 está haciendo trabajo narrativo en múltiples niveles que "taxi viejo" jamás podría hacer.
Esta experiencia me hizo recordar algo que creo dice Stephen King sobre los detalles —también lo podría haber dicho Hemingway, o cualquier otro—: no se trata de acumular descripciones como quien colecciona estampillas. Se trata de elegir los detalles que trabajen más duro.
Una palabra específica puede hacer el trabajo de diez palabras genéricas.
Pero hay un arte en elegir cuáles detalles vale la pena especificar. No todos los objetos en tu historia necesitan ser ultra específicos. Necesitás desarrollar un ojo —es más oído, pero se usa la analogía de la vista— para reconocer cuándo la especificidad va a sumar capas de significado y cuándo va a ser solo ruido.
Por ejemplo, si Raúl come un sándwich, probablemente no importa qué tipo de sándwich a menos que ese detalle agregue algo a la caracterización o al ambiente. Pero si Raúl come un choripán en la 9 de julio, estás ubicando al lector en un lugar, una cultura —hasta partido político 😉—, una experiencia sensorial específica.
La especificidad cultural agrega capas de significado invisibles. Cuando mencionas una marca, un lugar, una comida, un modelo de auto específico, estás activando toda una red de asociaciones en la mente del lector.
Pensalo así: Laura comía comida rápida, es información básica. Laura comía en un aeropuerto, evoca una experiencia específica. A Laura, la comida del aeropuerto le recordaba a Raúl —el que come choripán en la 9 de Julio—, está pintando un cuadro completamente diferente. Cada nivel de especificidad agrega contexto emocional.
Lo mismo pasa con la ropa. Una chica con la remera no dice nada. Una chica con la remera blanca, dice un poco más. Una piba con la remera de Greenpeace, está contando una historia, o una canción, ja.
Pero acá viene la parte complicada: la especificidad solo funciona si aportan algo. No podés poner detalles específicos solo porque leíste que era una buena técnica. Los detalles tienen que surgir naturalmente de lo que estás tratando de comunicar.
Bah, eso es puro humo.
Pero si tu personaje maneja un Golcito, es porque el Golcito dice algo sobre él que ningún otro auto podría decir. Si come choripán, es porque el choripán comunica algo sobre su contexto sandwich —o sánguche, mejor— no podría comunicar.
El truco es pensar en los detalles como pequeños generadores de atmósfera. Cada uno debería estar contribuyendo al efecto total que querés crear.
Y hay algo más: los detalles específicos también hacen que tu escritura se sienta más confiable. Cuando alguien puede visualizar exactamente el Golcito, en el submundo de la inconsciencia confía más en que vos sabés de qué estás hablando.
La especificidad genera credibilidad.
La próxima vez que escribas, prestá atención a tus sustantivos genéricos. Cada vez que pongas auto, casa, lugar, ropa ¿qué auto específico? ¿Qué casa específica? ¿Qué lugar específico?
Alejandro Baravalle, mi maestro, siempre me reta cuando encuentra algo de esto en mis borradores. Algo bastante habitual, por cierto.
Ojo, no siempre vas a necesitar ser específico. Pero cuando lo seas, asegurate de que cada detalle esté trabajando para vos.
Excelente. Como siempre, el diablo está en los detalles. En irte de lo macro a lo micro. En ser específico.
Muy bueno.